Alegría vio las primeras tres cuando salió al balcón a llorar mientras fumaba explayando sus ojos enormes en el amplio sendero cercado de la cancha del atlético club. Hacia el fondo del dra,atismo, echaba el humo procurando las palabras más pétreas para ponerlas en la pompa piramidal de su lengua abandonada, y de pronto ¡Puf!, ¡Péina!, Mirá... Ahí, en el arriba de la parra del patio donde jugó Peperina, tres círculos blamdos jugaban esta noche al espejito lunar, a la estrellita redonda, jugaban a esas cosas a las que acostumbran jugar las flores. Locas, de recién nacidas.
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